No hay mejor medicina que dormir (naturalmente) bien

Artículo de opinión de Margarida Mendes, neuropsicóloga de la Clínica de Santo António del Grupo Lusíadas Saúde

No hay duda de que los trastornos del sueño son una realidad que afecta a millones de personas: en Portugal, de inmediato, más de la mitad de la población duerme mal. A pesar de los números, la frecuencia con la que se normaliza este problema es preocupante. Como si fuera “socialmente aceptado” que, a partir de cierta edad, cuando factores como el estrés laboral, el agotamiento emocional, el ajetreo de la gestión familiar o el cansancio físico empiezan a ser más recurrentes en nuestro día a día, es Es natural que el sueño se vuelva más ligero e irregular. No debería ser así.



El hecho de no dormir perjudica gravemente los procesos cognitivos, es decir, la atención, la concentración, el razonamiento y la resolución de problemas. Los malos hábitos de sueño también suelen asociarse con síntomas de depresión, abuso de alcohol y otras drogas, así como con una disminución del rendimiento y la productividad. Además, también hay evidencia científica de que las personas que duermen muy poco (menos de 5 horas por noche) tienen más probabilidades de desarrollar problemas psicológicos.

Por lo general, los portugueses no duermen bien, pero es importante buscar soluciones naturales para mejorar la calidad del sueño. Portugal es el quinto país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que más somníferos consume y solo en los tres primeros meses de este año ya se han vendido más de cinco millones de envases de ansiolíticos y antidepresivos. En este sentido, es preocupante la facilidad con la que hoy en día se prescriben estos somníferos, en concreto los ansiolíticos (benzodiazepinas, como alprazolam, lorazepam y diazepam), con cierta tendencia también a la automedicación, desconociendo los riesgos asociados.

Contrariamente a lo que se podría pensar, estos medicamentos solo ofrecen una solución a corto plazo y no resuelven el problema del insomnio en su origen. Además, cuando se toman por largos periodos de tiempo, pueden causar no solo dependencia, sino tolerancia, por lo que se hace necesario “aumentar la dosis” para lograr el mismo efecto calmante. Además de generar habituación, existe el riesgo de provocar otros efectos secundarios, como somnolencia, deterioro cognitivo, confusión y descoordinación motora, disminución de la atención, del tiempo de reacción y de la velocidad de ejecución. Como ocurre con otras sustancias adictivas, también existen síntomas (temblores, agitación psicomotora, sudoración, palpitaciones, náuseas, vómitos, alucinaciones y convulsiones) que pueden presentarse cuando se suspende bruscamente la medicación sin consejo médico.


Por otro lado, actualmente vivimos en un contexto que es desafiante. La pandemia nos trajo aún más incertidumbre, desempleo, problemas económicos, dificultades en la gestión familiar e interacciones sociales restringidas, fundamentales para nuestro bienestar emocional. Todos estos factores pueden acentuar los problemas que se asocian al origen de los trastornos del sueño. Precisamente porque el escenario es riesgoso, es importante recordar que las pastillas para dormir no deben ser la “solución fácil” para tratar las noches de insomnio.

Consciente de todo este problema, la marca Blanky -que vende mantas pesadas, una solución natural para dormir mejor- realizó recientemente un cuestionario sobre los hábitos de sueño de los portugueses y concluyó: más del 25% de los encuestados dijeron que ya habían probado ansiolíticos para conseguir a dormir por la noche, pero solo el 3% acudió a un médico especialista para tratar este problema.

El mismo estudio avanzó que el 71% de los encuestados solo “a veces, rara vez o incluso nunca logra dormir el número de horas diarias recomendadas, sin interrupciones”. Esto nos dice que la mayoría de las personas no descansa lo suficiente (lo que de por sí ya es preocupante), pero es aún más grave cuando el 75% de los encuestados clasifica su trabajo diario como “ligeramente a muy estresante” y “con poco o sin descansos en el medio”. Bueno, si la rutina consume nuestras fuerzas, ¿qué pasa con nuestra salud si ni siquiera podemos reponerla por la noche?

El primer paso para dormir mejor es tener una buena higiene del sueño, es decir, incluir en la rutina una serie de conductas que favorezcan un sueño profundo y reparador. Es importante mantener un horario regular de sueño, practicar ejercicio físico, evitar estimulantes como la cafeína y la nicotina, relajarse antes de dormir (escuchar música tranquila, hacer ejercicios de estiramiento y leer un libro son algunas opciones) y preparar un ambiente acogedor y cómodo en la habitación. Cuando todos estos hábitos no son suficientes para mejorar la calidad del sueño y en casos de trastornos más graves, lo mejor es consultar a un especialista.